Si alguna vez se ha preguntado qué le sucede a las heces cuando tira de
la cadena, la respuesta es sencilla: se convierten en dinero. Las aguas
fecales de las grandes ciudades, una vez tratadas, acaban en grandes
contenedores donde caben millones de litros. Allí, un ejército de
bacterias que trabajan en ausencia de oxígeno se encarga de transformar
la materia orgánica en biogás. Este combustible contiene metano y
dióxido de carbono y sirve para iluminar hogares o calentarlos en
invierno.
Si alguna vez se ha preguntado qué le sucede a las heces cuando tira de
la cadena, la respuesta es sencilla: se convierten en dinero. Las aguas
fecales de las grandes ciudades, una vez tratadas, acaban en grandes
contenedores donde caben millones de litros. Allí, un ejército de
bacterias que trabajan en ausencia de oxígeno se encarga de transformar
la materia orgánica en biogás. Este combustible contiene metano y
dióxido de carbono y sirve para iluminar hogares o calentarlos en
invierno.
Un equipo de investigadores de Barcelona ha conseguido obtener el triple
de gas de la misma cantidad de residuos, gracias al uso de
nanopartículas de hierro. El problema de los actuales métodos de
producción es que sólo se convierte en gas el 30% de la materia
orgánica. Si se añaden las nanopartículas a la mezcla, en cambio, la
efectividad aumenta un 200%.
El objetivo es conseguir que, a escala industrial, el coste del material
sea lo suficientemente rentable como para que el biogás pueda competir
con el natural. “Nuestros cálculos apuntan a que conseguiremos producir
biogás con un margen de beneficio del 10%, sin contar las mejoras
medioambientales del proceso”, explica Puntes.
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